Cualquier viaje a Kandor no es digno de tal nombre si uno no visita su afamado Parque del Retiro.
Y cualquier visita al Retiro es inconsecuente si uno no se adentra en sus legendarios urinarios públicos.
Movido por el interés sociohistórico y no por otra cosa me encaminé escaleras abajo. Cuán poco podía sospechar la inesperada sorpresa que me deparaba su interior, pues al final del último peldaño ví... me encontré con... m-me topé con...
¿Osaré decirlo?
Un tan asépticamente impio como vacío urinario en el que ningún oscuro sujeto me hizo proposiciones deshonestas ni podía observarse roña pegada a las paredes comenzando a dar muestras de vida e inteligencia tras décadas de lenta mutación.
Efectívamente, yo dije lo mismo que estais pensando ahora mismo...
¡PERO QUÉ MIERDA ES ESTO! ¡QUE ME DEVUELVAN EL DINERO, JODER!
Lamentablemente no logré encontrar a ningún funcionario municipal en los alrededores que pudiera recoger mi tan rabiosa como justificada indignación.
¡Y luego se extrañan los madrileños de haber perdido las olimpiadas y Eurovegas!