El rasgo más destacable de las comadrejas más abyectas es, y siempre ha sido, la hipocresía. Esa apabullante capacidad que tienen de ver la microscópica paja en el ojo ajeno mientras ignoran la pesada viga en el propio.
Pero incluso entre las más sucias comadrejas hay clases. Existe una casta que reune a los más despreciables y rastreros ejemplares de la especie: los periodistas. Y hasta entre ellos hay diferencias.
Porque ninguna comadreja, por abyecta y miserable que sea alcanza el nivel de las que pululan por la redacción de El Inmundo.
Sólo ellas, élite selecta y condensada de todo lo peor que caracterize a su especie, son capaces de pegarse seis largos años de ganarse la vida haciendo juegos malabares con los cadáveres del 11-M, con el ácido bórico y la casette de la Orquesta Mondragón, de publicar libros, de rodar documentales y de culminar la faena (de momento) denunciando esto:
Con la inestimable colaboración de las asociaciones de víctimas títeres, por supuesto.
(y sí, lo se, no es ético que un juez publique un libro sobre un caso juzgado por él, pero esto vendría a ser como si la Iglesia Católica denunciara escandalizada que la dirección de un colegio laico sabía que uno de sus profesores violaba a sus alumnos y no hizo nada)
miércoles, 17 de marzo de 2010
Sucias Comadrejas
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