Imperativos biológico-reproductivos ancestralmente grabados en su ADN aparte, Zoidberg siempre ha mantenido la costumbre de peregrinar en dirección a la playa que desde pequeño bibalvo le inculcaron sus progenitores. Normalmente con una motivación lúdico-natatoria de la que ha estado vedado durante una temporada por la cosa de un bypass temporal en su laberínto gástrico, pero en ocasiones con un objetivo más espiritual.
Como la afamada Noche de San Juan, la ocasión de contemplar los sagrados ritos de la hoguera y el botellón en un escenario natural, la playa de las Teresitas, normalmente dedicada a rituales ciertamente mucho más entretenidos pero lamentablemente mucho más secretivos.
Así que, en estas fechas tan señaladas, cuando el sol comienza su declinar Zoidberg se apresta a cumplir con su promesa anual.
Y parte antes de que el astro rey se haya ocultado definitvamente allende el horizonte con la intención de que este año pueda llegar a tiempo de contemplar las flamígeras evoluciones de los fuegos artificiales de una puta vez.
Atravesando calles que todavía se debaten indecisas entre el día y la noche.
Su camino pasa por delante de extrañas visiones. ¿Qué oscuros y secretos planes se debaten en esta ya nocturna reunión en el edificio sindical?
Y pasa frente a portales del corazón, ahora ya cerrados para siempre.
El manto de la noche acaba finalmente envolviendo la ciudad en un abrazo de oscuridad sólo atravesado por la luz de la luna.
(y es que cuando a Zoidberg le da por ponerse poetico el resultado es acojonante, ¿sí o sí?)
Y, de repente, una visión del pasado surgida de uno de esos vórtices espaciotemporales que tanto abundan en estas tierras macaronésicas. ¿Es un espejismo? ¿Una ilusión óptica? ¡NO!
¡Es una auténtica cabina telefónica!
¿O acaso la magia de la Noche de San Juan ha debilitado lo suficiente las barreras entre los mundos como para permitir esta aparición de un remoto pasado?
Al final quizá sea mas sabio elegir no conocer la respuesta.
Pues ya las primeras hogueras se divisan en lontananza.
Fuegos prendidos siguiendo una antígua y pintoresca costumbre insular a fin de desviar a barcos como el de la imagen hacia la costa para que encallaran y... y... Y marcarse unos bonitos bailes regionales con los pasajeros...
Pero los desgarradores chillidos de... de jolgorio y alegría... no retrasan a Zoidberg, quienj prosigue y ya se acerca al siempre abandonado y misterioso balneario.
Y también deja atrás los susurrantes ecos de sus vacías estancias.
Pues largo es el camino todavía por recorrer a la constante pero tenue iluminación viaria.
Ante la impasible mirada de arcanas y omnipresentes maquinarias.
Y convirtiendose en involuntario testigo de los movimientos de nocturnos jugadores de paddle.
La luna se refleja sobre las olas trazando tentadores puentes hacia barcos en el horizonte.
Pero esta noche Zoidberg sólo tiene un destino: la playa.
Y las hogueras.
sábado, 17 de julio de 2010
Las Crónicas Decapodianas: Juanes
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2 comentarios:
Vale... Al menos en alguna parte de España, que no es la peninsular sobra decir, se conserva la tradición esa de "en la noche de San Juan todos comparten su pan" y otras cosas, que cantaba Serrat
Entrada precumple y cumple desde Decapod 10!! ¡Sublime! :D
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