Acostumbrados a haber saboreado la Ciencia Ficción exclusivamente en su vertiente cinematográfica el gran público desconoce el ámplio abanico temático de subgéneros que ofrece en su formato literario.
Y así, a la Ciencia Ficción Victoriana que originariamente practicaron Verne o Welles, actualmente devenida en el barroco Steampunk, se han ido añadiendo subsiguientes clasificaciones con el paso de los años y la evolución tecnocultural, como el cyberpunk, el postapocalíptico o incluso el militar.
Pero al igual que los diez mandamientos católicos se resumen en dos, la interminable panoplia de géneros y subgéneros en que se clasifica la Ciencia Ficción se divide en dos grandes bloques. Un Yin y un Yang de cuya alquimia brota el gigantesco torrente de novelas que forma su corpus creativo.
En un extremo tenemos la Ópera Espacial. Relatos donde la ficción prima sobre la ciencia. Donde la fantasía desbordante campa a sus anchas no sujeta por las leyes de lo posible. Donde el qué reina supremo sobre el cómo. Brian Aldiss o Leight Brackett son exponentes de un género que lo ha tenido mucho más fácil a la hora de dar el salto a la narrativa dibujada (Flash Gordon) o la fílmica (Star Wars, Star Trek).
Pero el contrapunto es un género en el que es la Ciencia quien doblega a la Ficción cual severa dominatriz. Donde cada adelante científico es estrictamente explicado y sirve de motor para la trama. Donde lo fantástico se cimenta en la extrapolación de lo asumible. Asimov o Clarke se cuentan entre sus máximos popes y, cómo no, 2001 Una Odisea Espacial es una de sus escasas incursiones en el medio cinematográfico. Me refiero, como el lector asiduo ya habrá deducido...
...a la Ciencia Ficción Dura.
sábado, 11 de septiembre de 2010
Géneros Literarios
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1 comentario:
Es una p*ll*... Y ya...
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