El lugar...
...la residencia decapodiana en en el planeta Tierra.
El momento...
....algún día de los primeros años del siglo XXI.
El sonido...
...el ululante soniquete de un teléfono moderno.
-Sí digame.
-Hola buenos días. ¿Puedo hablar con la señora Ágatha M. C. ?
-...
Érase una vez una familia que vivía en ese laberinto de locura y delirio que los humanos habeis dado en llamar "Madrid". El padre había muerto por una enfermedad que había adquirido en una checa franquista de la que salió tocado de muerte y en la que había sido recluido por haber tenido el empleo de sereno en tiempos de la república. Zoidberg supone que algo más tuvo que hacer, porque si el franquismo hubiera sido un régimen capaz de tales atrocidades es seguro que el Partido Popular lo habría condenado expresa y enérgicamente y una cadena de radio propiedad de los representantes de Jesucristo no permitiría que en sus micrófonos se le defendiera.
El caso es que la madre logró sacar adelante a sus tres hijos. El mayor emigró a una tierra olvidada por el tiempo que responde al nombre de Canarias, donde se las arregló para engendrar a ese vibrante ejemplo de masculinidad que el mundo conoce como Zoidberg.
Las dos hermanas entreron a trabajar en un banco y Bárbara, la pequeña, acabó casándose.
Casándose muy bien.
-¿Sigue ahí? Le preguntaba sin podía hablar con la señora Ágatha M. C.
-Bueno, hay un pequeño problema con eso...
Bárbara se casó con el director de la sucursal en la que trabajaba. Fué una buena inversión, porque él logró trepar hasta la cúpula directiva del propio banco. Si, amigos y lectores, hubo un tiempo en que Zoidberg formó parte de una Familia de Bien. Comió en Casa Lucio, cenó en la Esquina del Bernabeu, asistió al Torneo Muñoz Gotor...
Por eso cuando Zoidberg habla de la clase dirigente y empresarial lo hace con conocimiento de causa. Porque los ha conocido desde dentro. Sabe que ningún rico osaría admitir que el emperador está desnudo, que las famosas patatas estrelladas de Lucio no son más que huevos revueltos con patatas. Eso sí, llamadas "patatas a lo pobre", porque pocas cosas les gustan más a los ricos que jugar a ser pobres (¿veis como había una razón para que haya tantas películas españolas sobre la vida en los barrios chungos?).
Sabe que, aparte de los changas regettuneros de barriada, son los ricos quienes más se pasan por el forro de los cojones el código de circulación. Quienes no sólo se saltan los semáforos y aparcan donde les da la gana sino que presumen de ello ante cualquiera que quiera oirles. Las reglas que se aplican a la plebe no van con ellos.
-¿Y cuál es ese problema?
-Verá... mi Tía Ágatha lleva más de cinco años muerta.
Zoidberg tenía un primo. No era mala persona en realidad. Jugaba al Warhammer 40.000 y hasta escuchaba a Siniestro Total. Pero cada verano que volvía de vacaciones a aquellas tierras veía cómo el proceso de transformación seguía avanzando. Cómo el entorno iba conviertiendo a un ser humano en un rico empresario.
Imaginaos que a la tierna edad de doce años vuestro padre, de camino a una cena en un restaurante, decide no aparcar inmediatamente sino dar un par de vueltas antes "para enseñarle a Luis escorias humanas". Y cada vez que pasais por delante de algún yonki os lo señala "mira, Luis, mira qué escoria humana".
Imaginaos que desde que teneis uso de razón se os ha inculcado el elitismo. La idolatría a Franco. El utracatolicismo de boquilla. El odio a todo lo que sea catalán o vasco. El amor por el Real Madrid. Las monterías.
Ah, si, claro, ¿no lo sabiais? La clase alta cae en todos los tópicos sobre la clase alta que se puedan imaginar. Y algunos más.
-Ahh... Pues... Pues éste es el teléfono de contacto suyo que tenemos.
-Pues mire, no sólo jamás vivió en esta casa sino que de hecho creo que sólo la llegó a pisar una vez hace más de veinte años, así que no sé por qué lo tienen. ¿Quién pregunta por ella, por cierto?
El marido de la tía Bárbara, ni que decir tiene, se convirtió en el epicentro de la familia madrileña. La tía Ágatha prosperó en el banco, sin duda en parte gracias a él.
Mientras tanto, a un oceano de distancia, la rama acanariada de la familia se mantenía relativamente intacta. A veces Zoidberg se pregunta cómo habría sido su vida si sus padres no hubieran huido de la península. A veces Zoidberg teme imaginarse la respuesta.
Bien se dice que no hay mayor radical que el recién converso. El marido de la tía Bárbara había trepado desde lo más bajo hasta casarse con su bien situada primera mujer. Bárbara no se lo hubiera currado tanto pero ambos sufrian esa fulminante amnesia que les da a los nuevos ricos que hace que olviden que sólo hace unos años pertenecían a esa plebe que ahora desprecian.
Incluso plebe de tu propia familia. A la madre de Zoidberg le retiraron la palabra (y, por extensión, al resto de la rama) el día que viajó a madrid y fué a visitar a su madre moribunda antes que a ellos.
Real como la vida misma.
La abuela, que había sacado adelante a tres hijos en solitario durante la posguerra, murió tras pasar sus últimos años rodeada de tranquilidad económica y bienestar. No todo en esta historia es malo.
La tía Ágatha no le sobrevivió demasiado y murió un año después.
-Bueno, llamo del Servicio de Créditos del Banco Molocos. No nos constaba su fallecimiento. ¿Podría conseguirnos un certificado de defunción?
-No, lo siento. No puedo. Adios, buenos días.
Así que a alguien la rama rica de la familia, viendo que Ágatha se moría de cancer, no se les ocurrió otra cosa que montarle un pufo al banco en el que trabajaban pidiendo un préstamo en su nombre y dando como teléfono de contacto el de una gente que vivia en otro continente y con quienes hacía años que ni se hablaban. Posiblemente fuera una de las primeras estafas de Luis, bajo la atenta y orgullosa guía de su padre.
El fantasma de la Tía Ágatha no descansó por mucho tiempo. Seis meses después volvió a producirse una llamada idéntica.
Un año después, otra.
Cuando se produjo la siguiente Zoidberg ya estaba curado de espantos, claro.
-Hola buenos días. ¿Puedo hablar con la señora Ágatha M. C. ?
-Buenos días, esto es por lo del préstamo, ¿verdad?
Y todavía hubo otra más. Desde entonces hasta ahora, silencio.
A Zoidberg le gustaría pensar que es porque alguien del banco encontró a los verdaderos responsables y les hizo pagar.
Pero lamentablemente Zoidberg sabe que eso es una fantasía. Que la política, los negocios, los medios de comunciación y la justicia del país están en manos de la misma clase dirigente que ha controlado el cotarro desde hace siglos.
Y sabe exáctamente qué clase de podrida escoria son.
martes, 2 de noviembre de 2010
Las Crónicas Decapodianas: el Fantasma de la Tía Ágatha
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3 comentarios:
¡Cuidado!
Aún terminarás pagando tu mismo el prestamo...
Y si tenían que andar haciendo pufos en los bancos... Igual no eran tan ricos ¿No?
"Y si tenían que andar haciendo pufos en los bancos... Igual no eran tan ricos ¿No?"
Nah... Lo hacen más por deporte que por necesidad... Es como si alguien escribiera "Y si tenemos que andar matando ballenas es que igual tenemos hambre, no?"
O_o madre mia...
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