Cual maligna conjunción de perversos astros, la mezcla del peligroso Expofriki con la amenazadora realidad urbana madrileña constituye un letal cóctel capaz de masticar y devorar a un viajero desprevenido en meros segundos.
De hecho podría decirse perfectamente que para explorar sus ocultos recovecos no se requiere una educación formal, pues sus caprichosos e imprevisibles giros no responden a orden alguno.
Ni siquiera experiencia, pues ningún otro lugar puede prepararle para una odisea ante la que un sabio veterano y un novato becario tienen las mismas posibilidades de supervivencia.
Sólo hace falta coraje.
MUCHÍSIMO coraje...
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