La compuerta se abrió de repente y Helmut apenas acertó a vislumbrar a Günter como un borrón moviendose a celérica velocidad antes de que sentir su dura y contundente porra en plena cara. Inmediatamente sintió cómo un imparable geiser de ebullente líquido empapaba su cuerpo de arriba a abajo con la furia de una inundación.
Y ya conoceis el dicho...
Lo que pasa a 200 piés de profundidad queda a 200 pies de profundidad...
1 comentario:
Anda, pues esto me ha recordado a esto otro...
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