Desde su misma fundación la prisión de San Lorenzo habñia enfocado su labor hacia la reinserción de sus reclusos con una pasión y entrega nunca antes vistas en una época en la que el simple y represivo castigo era la norma en el sistema penal norteamericano. Hasta tal extremo que la prensa la había bautizado como "La Clínica del Crimen". Sus innegables resultados marcaron el rumbo que acabarían adoptando las cárceles modernas.
Leroy era considerado un caso perdido cuando atravesó sus puertas.
Y sin embargo los incansables esfuerzos de consejeros, carceleros y doctores fueron explicando los motivos de su odio a la sociedad y aplacando la incontenible rabia que había albergado en su interior desde la primer paliza que le había dado su padre.
Una a una todas los malos hábitos de Leroy fueron curados.
Salvo uno...
Precisamente uno que había adquirido en aquella prisión...
...concretamente en sus duchas...
1 comentario:
Pero los guardias le tomaron mucho cariño a Leroy
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