Capítulo XVII
Mis manos recorrieron los lomos de los antíguos volúmenes que ocupaban la estantería secreta, cubiertos con el polvo acumulado de misteriosos eones. Las yemas de mis dedos se deslizaban descubriendo títulos que mi mente hubiera preferido no reconocer. Semi olvidados compendios de arcanos saberes como el
Marca, el
As,
Mundo Deportivo y, sí, el legendario
Don Balón. Casi podía oir como sus ajadas paginas intentaban susurrar impías palabras en mis oidos. Un blasfemo cántico surgido de algún ignoto abismo del cosmos cuando la Tierra era joven y la humanidad apenas daba sus primeros pasos sobre su superficie:
A'Pore Yoos Ooo-Eeee...
A'Pore Yoos Ooo-Eeee...
Casi, casi habría dicho que estaba escuchando los aterradores ecos del primigenio coro en la realidad y no en los imaginarios recovecos de mi atemorizada mente. Sin duda se trataba del efecto que la tétrica biblioteca seguía causando en mi psique. Sus altas estanterias parecian curvarse sobre mí cual acechantes espectros y amenazaban con enterrarme vivo en toneladas de anciano papel encuadernado mientras voces de ultratumba chillaban obscenas palabras desde la lejanía de pretéritos eones:
F'Erad Ejuego...
R'Btro Ben-Dido...
L'Ftbhl Sasi... Y, como perenne fondo acústico, el insano griterío ritual de degenerados adoradores:
A'Pore Yoos Ooo-Eeee...
A'Pore Yoos Ooo-Eeee...
Todavía no se cómo, con el corazón amenazando con explotarme en el pecho, logré trastabillear hasta la puerta de la biblioteca y salir a la calle en busca de aire fresco. Quizá la sabia naturaleza ha dotado al cuerpo humano de la capacidad de autoimpulsarse en pos de la supervivencia cuando la mente desfallece. Pero no fué sosiego lo que encontré en la polvorienta y agrietada calle principal de aquel pueblo.
"Desde el prinpcio supe que acabaría descubriéndolo todo" dijo Wilburson, firmemente plantado en mitad de la calle bajo la amarillenta luz de la farola con una sonrisa no del todo natural "Era cuestión de tiempo"
"Es... Es el pueblo..."
"En efecto" tras él una oscura masa que abarcaba todo el ancho de la calle empezaba a insinuarse a la titubeante luz del alumbrado "Usted pensó que éramos una pequeña y corrupta élite. Pero es el pueblo. Siempre ha sido el pueblo. Siempre será el pueblo"
La masa avanzó desparramándose como el grorgoetante vómito de la misma oscuridad alcanzando a Wilburson, rodeándolo y sobrepasándolo, revelándose como el conjunto de los habitantes de la pequeña localidad. Hombres, mujeres y niños. Jóvenes y ancianos. Liberales y conservadores. Intelectuales y obreros. Unidos en una imposible hermandad de caras salvajemente pintarrajeadas de rojigualda, escarlatas vestimentas, miradas vácuas y vociferantes gargantas que coreaban cada vez más fuerte la horrísono cantinela para deleite de quién sabe qué estremecedora deidad:
A'Pore Yoos Ooo-Eeee...
A'Pore Yoos Ooo-Eeee...
A'Pore Yoos Ooo-Eeee...
"TODO el pueblo"
Como una manada de ratas bicolor la multitud me alcanzó y el ensordecedor bramido de su enloquecedor cántico me envolvió como un opresor sudario, taladrando mi cerebro con cada una de sus estridentes sílabas. Huir no habría servido de nada, ahora lo sabía en un momento de clarividente iluminación. ¿A dónde podría haber escapado? Ellos están en todas partes. En aquel recóndito y aparentemente pintoresco pueblecito de pescadores de la costa. En las grandes ciudades. Inlcuso aquí, en este sanatorio.
Si, doctor, he dicho aquí. Por las noches los guardianes sintonizan sus radios buscando en las ondas del éter las ignotas pelgarias de su oscura religión y sus impíos sonidos llegan hasta mi celda reberverando a través del acolchado de las paredes. Por el día los celadores las escuchan mientras friegan y las percibo en la vibración semiamortiguada de sus auriculares. Y sé que usted también lo había oido, doctor. Su cerebro lo clasificaba como simple ruido de fondo y lo olvidaba antes de poder percibirlo. Pero ya no podrá hacerlo más.
A'Pore Yoos Ooo-Eeee...
A'Pore Yoos Ooo-Eeee...
Porque ahora sabe lo que es...
A'Pore Yoos Ooo-Eeee... A'Pore Yoos Ooo-Eeee... ¡Bienvenido a mi pequeño rincón en la tierra de la locura!