domingo, 11 de enero de 2009

1984

Orwell era consciente de que si controlas la información que le llega al público controlas lo que piensa y puedes convencerle de cualquier cosa, como que la paz es la guerra o que siempre hemos estado en guerra con Eurasia.


En una democracia con (aparente) libertad de prensa la cosa es más complicada. En momentos puntuales los políticos tienen oportunidades como las licencias de radio o de TDT concedidas en masa a emisoras afines. Pero en general hay que enfrentarse a una peligrosa multiplicidad de fuentes.

La clave de la propaganda es la credibilidad de los datos que difundes, así que una gran parte del esfuerzo de los medios es convencer a la audiencia de que ellos son los únicos honestos e imparciales y que los demás no son fiables. Al final se logra que el individuo sólo lea el periódico adecuado, oiga la radio adecuada y vea las televisiones adecuadas.

Una vez llegado ese punto se terminará creyendo cualquier chorrada que le sueltes. Que el gobierno de Cuba es democrático y libre. Que los atentados del 11-M los montó una conspiración de socialistas, etarras y agentes secretos marroquíes. O que en la nevada mesetaria de los últimos días fallaron todas las carreteras dependientes de Fomento pero que milagrosamente funcionaron a la perfección las que dependían de la Comunidad de Madrid. Porque basta con que no muestres la comparecencia de la ministra Álvarez para que los pobres yayos cabreados a quienes llevas años lavando el cerebro crea a pies juntillas que ni siquiera ha comparecido. Hasta el extremo de que si alguien les dice que lo ha hecho porque acaba de verlo en televisión se pongan a gritar para no oirlo.

Y así al final el conocimiento se convierte en ignorancia.

3 comentarios:

Necio Hutopo dijo...

De verdad, de verdad, alguien se puso a gritar?...

No, si al final va a resultar que estamos peor...

X dijo...

Exacto, y asi es como Chavez gana los referendums...

E. Martin dijo...

¡Mierda! ¡Retrocediendo en el tiempo igual que las Sombras del Anti-Monitor!