No todo es malo en la derecha, dicen algunos. Hay políticos conservadores que son serios y razonables, argumentan. Hay periodistas de derechas cabales y coherentes, explican.
Quienes afirman tales cosas se revelan como lo que realmente son: unos contrarrevolucionarios.
Fíjate en el periódico El Mundo, me decía un presunto compañero el otro día. Están sacando la nueva serie de Mazinger-Z. ¿Ves cómo también ellos pueden ser modernos y avanzados?
Compañeros, si tan fácil es dárosla con queso no me extraña que la burguesía siga asiendo firmemente las riendas de la hegemonía internacional.
El origen nipon de la serie no es más que un hábil camuflaje de sus verdaderas intenciones que no son otras que erigirse en el enésimo pero definitivo triunfo de la propaganda capitalista sobre la clase obrera.
Comenzando por el presunto villano de la función, un indisimulado sosías de Carlos Marx.
Cargado de todos los tradicionales atributos de la villanía maniqueista judeocristiana comenzando con su nombre y terminando con el xenofóbico tono de su piel. Comanda un ejército que pretende derrocar el orden social pequeño-burgués lo que, se quiere inculcar en la mente de los jóvenes e inocentes espectadores, es algo negativo.
Y su ejército, la masa obrera levantada en rebelión contra el yugo capitalista, es representada literalmente como robots sin mente cuyo único propósito es destruir y crear el caos denominados, sin pretensión alguna de sutileza, "brutos mecánicos".
Dicho ejército sigue a varios generales, encargados de poner en práctica la (presuntamente) nefasta ideología del Doctor Infierno. Comenzando por el Barón Ashler, una burda caricatura que pretende ligar el concepto de lucha revolucionaria a la falta de virilidad.
Es esta una estraegia típica de la más rancia derecha; acusar a los progresistas de afeminados y a las progresistas de hombrunas. Y el Barón Ashler encarna ambos insultos en un solo cuerpo. Ya se sabe, los homófobos se retratan ellos solos. Y si los autores de este engendro tienen alguna duda que les pregunten a sus hermanas y novias y verán si somos maricas o no, heh heh heh.
El otro general del ejército revolucionario es un icono mucho más reconocible: el Che Guevara.
Encarnado en la figura del Conde Brocken, con el añadido de atributos de la más rancia nobleza siguiendo la clásica estrategia de la propaganda burguesa de intentar negar la condición obrera de aquellos que se significan en la lucha de clases.
Frente a las fuerzas del cambio social que se nos muestran tan tenebrosamente Mazinger-Z presenta a los defensores del orden establecido comenzando con el piloto del homónimo robot: Koji Kabuto.
Se nos introduce engañosamente como un aficionado a la moto lo que pretende caracterizarle como un juvenil rebelde. Y sin embargo Koji es un ciego esbirro del poder capitalista, un lacayo sostenedor del estado policial como claramente evidencia su uniforme.
Y como acaba de demostrar el hecho de que sus amos sean una idealizada versión del complejo militar industrial: el Instituto de Energía Fotoatómica.
Bajo tan idílica y futurista apariencia se esconda la depredador iniciativa privada que explota sin control alguno los recursos naturales (el japanium) y se entrega al uso de energías peligrosamente contaminantes (el "foto" no logra disimular que su energía es "atómica") y la fabricación de armamento para mantener a la población dominada bajo su literal puño de hierro.
Otro sirviente del poder es, en un patético intento de simular que se adaptan a los cambios sociales, una mujer.
Sin embargo Sayaka se esconde tras su robot Afrodita-A, cubriendo su feminidad bajo una impasable capa de metal y tecnología que elimina toda posible conexión con la primigenia diosa madre tierra. Se pretende "demostrar" que para que una mujer pueda desempeñar el trabajo de un hombre se ha de apropiar de los atributos masculinos: renunciar a su cuerpo femenino y aceptar que sus entrañas sólo generen destrucción en lugar de vida.
También hay obreros que apoyan la supremacía del orden capitalista.
Sin embargo el casposo subconsciente traiciona a los guionistas de esta oda al adoctrinamiento y lo que se supone que es un retrato positivo deviene en realista retrato de las masas adormecidas: ignorantes brutos sin educación que obedecen ciegamente a sus amos burgueses y, como mucho, sirven de alivio cómico a la trama.
Algunos pensareis que estoy viendo demasiado en lo que no es más que un mero entretenimiento para infantes.
Os equivocais.
Además no soy el primero que advierte de los peligros de tan insidiosa teleserie. Ya en 1978 el analista Fernando González supo ver qué se ocultaba tras sus aparentemente inocentes dibujos en un artículo para la revista Triunfo
PD: Seguid el enlace y leed el artículo.
1 comentario:
Y yo que creía que lo suyo era grave...
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