Ciertamente las costumbres culinarias son uno de los elementos más destacados a la hora de diferenciar una cultura de otra.
Y no es sólo por el marcado contraste de los diferentes platos y condimentos. El hecho de que el gusto sea algo principalmente adquirido hace que el apetitoso menú de un pueblo resulte una repugnante perversión para otro. Con la misma intensidad con la que a los hindues les repugna la avidez con la que los occidentales devoran la carne de vaca los mismos occidentales consideran repulsivas las costumbres de ciertas zonas del planeta de servir platos compuestos por carne de serpiente, estofado de rata o incluso fritangas de insectos.
Pero eso no es todo.
En el oscuro corazón de África, en lo más recóndito de sus umbrias junglas, todavía sobreviven primitivas tribus que practican primigenios y ancestrales rituales alimenticios. Seres depravados que, no contentos con regodearse en su degenerada gula, obligan a ser partícpes de ella a todo inocente viajero que tenga la desgracia de caer en sus garras.
Sí, habeis leido bien.
En ciertos lugares un civilizado europeo, educado y cultivado, corre el verdadero y palpable peligro de ser capturado por una horda de retrasados bárbaros que le llevará al centro de su poblado y, a la vista de toda la tribu, le pondrán de rodillas y le obligarán a comerse un... a comerse un...
A comer carne humana... si, eso, carne humana...
1 comentario:
Si lo van a obligar a comerse lo de la chica... Yo me apunto a la siguiente expedición.
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