Capítulo XIV
A duras penas logré disimular mi nerviosismo cuando logré llegar al aeropuerto. No podía permitirme el lujo de despertar sospechas en las fuerzas de seguridad locales que retrasaran la salida de mi vuelo. Había llegado con el tiempo justo para embarcar y ellos, estaba seguro, me venían pisando los talones.
Era demasiado tarde para arrepentirse, pensé mientras ajustaba el nudo de mi corbata y recomponía mi compostura. Qué ridículas me parecieron en su momento las advertencias de los nativos, cuán trillados sus consejos sobre cosas que el hombre no estaba preparado para conocer.
Y qué terriblemente ciertos me parecían ahora que ya no podía borrar de mi memoria los impíos rituales y las blasfemas visiones que mis ojos habían contemplado.
Sólo comencé a permitirme el lujo de respirar con tranquilidad cuando obtuve mi tarjeta de viejaero y accedí a la zona de embarque. Unos breves minutos más y podría escapar para siempre de aquellas malditas islas de locura.
A unos escasos veinte metros de mí, el avión que me transportaría a la libertad. Irónicamente marcado con la espiral cuyo oculto significado conocía yo ahora demasiado bien.
Nuevamente mi pulso se aceleró y sólo mediante un supremo esfuerzo de voluntad logré relajarme de nuevo. No podía perder los nervios y echarlo todo a perder justo ahora. Ellos estaban cada vez más cerca.
Podía sentirlo.
Inspirando profundamente para contener mi acelerado pulso alcé los ojos...
...y en ese momento una gélida garra atenazó mi corazón congelándolo al instante.
Nunca tuve una oportunidad de escapar. Ellos ya estaban aquí, esperándome.
Como demostraban esas pisadas de extremidades nacidas para hollar suelos de tierras lejanas en el tiempo y el espacio disfrazadas con humano calzado...
...en el techo de la terminal...
2 comentarios:
Vale... prefiero no preguntar cómo llegó eso ahí...
¿Que pasa? ¿No recibis visitas de superheroes aracnidos a menudo? XD
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