La avaricia, según la Wikipedia (¿rae.com? ¿qué tiene que ver la televisión italiana con todo esto?), es "una inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones".
Para El Rico Acervo Cultural Español (TM) "la avaricia rompe el saco"
Hace muchos, muchos años, después de que los oceanos se tragaran la Atlántida pero antes del surgimiento de los hijos de Aryas, la música se escuchaba en discos.
En discos de vinilo.
Un material plástico en el que se grababa un surco en espiral cuyas irregularidades registraba una aguja de diamante que las transformaba en una corriente eléctrica que al llegar a los altavoces se convertía en sonido.
Pero claro, había una alternativa usada por la juventud para poder escuchar múscia en cualquier lado de una manera mucho más flexible que, además, permitía avanzar y retroceder a voluntad.
La cinta en casette.
Una caja que contenía dos bovinas de cinta férrica capaz de reorientarse en función de un campo magnético inducido. Un cabezal podía leer esos registros y convertirlos en una corriente eléctirca que etc etc.
La otra gran ventaja de las casettes era que cualquiera reproductor tenía además la capacidad de grabar. Lo que, aparte de servir para que algunos agentes del FBI llevaran un cuaderno de bitácora de viva voz...
...permitía la duplicación de un casette original.
La copia no era perfecta, claro. Incluso en el caso de tener uno de esos radiocasettes de doble pletina, inalcanzable Santo Grial de los piratas de juegos de microordenadores de 8 bits, cada copia acumulaba ruido. Y cada subsiguiente generación el ruido empeoraba. Cosas de vivir en un universo donde el caos es una constante.
Y entonces ese Olimpo de bonhomía y nirvanista desapego de lo material llamado "industria musical" descubrió la manera de, en palabras del Agente K, hacer que tuvieramos que volver a comprarnos toda la discografía de los Beatles.
El Compact Disc.
Una lámina opaca con indentaciones que un láser podía leer e interpretar como datos binarios que luego podían decodificarse como una onda de sonido que... a estas alturas ya os conoceis la película ¿verdad?
La gran ventaja de un sonido digital frente a uno analógico es que el ruido en la transmisión seguía existiendo (echadle la culpa a las leyes de la termodinámica) pero al ser interpretado en términos absolutos (0 y 1) era elminado en la práctica lográndose una fidelidad de sonido nunca vista (¿oida?). Además un CD podía contener unos 120 minutos de música frente a los 30 minutos por cada cara de un LP de vinilo a 45rpm.
Aún así a la gente no le convencía el nuevo formato (les parecía caro porque costaba cuatro veces más que un disco de vinilo, ¿podeis creerlo?) y para favorecer su popularización muchos discos se editaron con temas extra que no incluía su edición tradicional.
Y así, durante muchos años la industria musical hizo negocio vendiendo música en un formato resistente e irreplicable. Formato que también se utilizaba como soporte informático, además.
Pero la naturaleza aborrece el vacío con la misma pasión que el libre mercado odia los beneficios por hacer, así que simplemente fué cuestión de tiempo que los grabadores de CD acabaran fabricándose tan en masa que su precio se abaratara lo suficiente como para que cada hijo de vecino pudiera tener uno en su PC.
Y con él una manera de copiar su CD original de música indefinidamente sin pérdida de calidad. Los fabricantes de grabadoras y CDs vírgenes empezaron a forrarse gracias a que la quincuagésima copia sucesiva de The Visitors sonaba igual de bien que la original.
Las discográficas reaccionaron incorporando arcanos sistemas anticopia en sus discos que, juraban, eran insalvables.
Los piratas los fueron rompiendo uno detrás de otro.
En aquellos días se había logrado aplicar el principio del casette al campo audiovisual para que cualquier persona pudiera grabar programas de TV o ver películas en su propia televisión.
Eran los tiempos del VHS.
Y entonces ese Olimpo de bonhomía y nirvanista desapego de lo material llamado "industria videográfica" descubrió la manera de, en palabras del Agente K, hacer que tuvieramos que volver a comprarnos toda la filmografía de Hitchcock.
El DVD.
Mayor calidad de imagen, mayor capacidad, mayor resistencia y, por supuesto, inpirateable. Ediciones con contenido especial. Popularización.
Y las productoras de cine hicieron negocio en el mercado casero como nunca antes lo habían hecho.
Y bueno, como ya a estas alturas deberiais saber, todo esto ha pasado antes y volverá a pasar.
Luego vino el negocio de los fabricantes de grabadoras de DVD.
Y luego los códigos de protección.
Y luego los piratas rompecódigos.
Y en eso llegó internet.
Y las operadoras de telefonía cuya manera de hacer negocio era ofrecer mayor ancho de banda de la competencia.
Y de esta manera, un negociete detrás de otro, alcanzamos esta era dorada de la pirateria casera donde a menudo ni siquiera es necesario tomarse la molestia de duplicar algo porque es más rápido bajárselo de algún servicio de hospedaje que hace negocio con el intercambio de archivos.
Hast aquí, niños y niñas, hemos descubierto cómo El Poder, lejos de ser un monolítico ente de estructura absoluta, es una especie de masa de células cancerigenas guiadas por una irrefrenable codicia capaces de devorarse las unas a las otras con la misma desesperación con que dan dentelladas a su entorno. Inteligentes pero sólo a corto plazo.
La única ley es la avaricia.
Ahora volvamos un momento al año 1982.
Es uno de mis años preferidos por muchos motivos. Uno de ellos es que es en ese momento exacto en el que se puede decir que, con el estreno de Blade Runner y la publicación de Neuromante, nace el cyberpunk tal y como lo conocemos.
Si, ya lo sé, tanto Mad Max 2 y Tron como El Jinete en la Onda de Shock son anteriores, pero se les puede considerar antecedentes más que cyberpunk propiamente dicho. Y además este es mi blog y aqui el cyberpunk nació en el 82 y punto. ¿Estamos?
Uno de los lemas del género afirmaba que la información quiere ser libre. Entonado por rebeldes hackers que asaltaban los sistemas informáticos de las grandes corporaciones desde sus humildes casas.
Dijeron que era una visión ingenua.
Que los grandes poderes jamás permitirian que se instauraran tecnologías que los pusieran en una posición de tal vulnerabilidad.
Y eso habría sido lo lógico.
Si el Sistema, el Poder Establecido, Moloch, como lo querais llamar, hubiera estado guiado por una inteligencia de nivel mediano. Pero ya hemos visto que su único motor es la codicia.
Y así llegamos al presente.
Un mundo futuro en el que la avaricia campa tan a sus anchas que el mismo sistema capitalista se está devorando a sí mismo hasta la autodestrucción con el frenesí de una manada de tiburones.
Tanto que, cuando las grandes empresas ya no sabían qué más vendernos acabaron comercializando las armas perfectas para luchar contra ellas.
Ahora cuando un esbirro del poder levanta su arma un testigo lo puede grabar y compartir en directo con el resto del mundo.
El monopolio de la información terminó hace décadas. La propaganda vomitada por los medios de comunicación al servicio de sus respectivos amos cada vez es menos relevante cuando, para bien y para mal, la voz de prácticamente cualquier persona en el país, en el planeta, tiene acceso potencial al mismo número de oyentes.
¿Os dais cuenta de que vivimos en la fantasía cyberpunkera de cualquier antisistema?
Y todo ello lo ha logrado el-mismo-sistema sin ayuda de nadie. Es por eso que todas las mañanas me levanto, abro la ventana y doy gracias a Diso por la existencia de la avaricia.
Tiemblo de pensar en qué clase de mundo viviríamos si no existiera...
domingo, 21 de agosto de 2011
La Virtud de la Avaricia
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Joder, Emilio, que buen post! Greed is good. Y depredadora, se da por hecho. Que ttambien sea autodestructiva, no creo que sea algo que mucha gente tome en cuenta. Que pasara cuando los tiburones, el sistema termine por caer? Habra algo para reemplazarlo?
Publicar un comentario